1º Cuento de la serie "Positivismo"
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UNA RESTAURACIÓN IMPREVISTA
Juan, hombre casi cincuentón, que se agarraba a duras penas a la
adolescencia, que no se había casado por considerarse siempre demasiado joven, orgulloso
de su imagen de conquistador, con cabello engominado acabado en puntas rizadas,
vestimenta pija, procurando siempre ocultar su discreto barrigón; ese barrigón
por el que tantas dietas comenzara… a él que le seducía la gastronomía como a
todo buen español... que había renunciado a las cervezas de media mañana… y que
recibía cada día, un palizón de las cintas vibradoras… ¿por qué las mujeres
ahora le rechazaban? Después de meditarlo mucho… llegó a una sencilla
conclusión, el problema estaba en su vivienda, demasiado anticuada, pues era
allí precisamente, cuando al entablar conversación…
rápidamente decidían
marcharse con caras desilusionadas, sin mediar explicación y dejándolo en la
estacada.
Era evidente, no había otra manera de conquistarlas, -Esto se puede
arreglar- se decía - Con una buena decoración- Acudiría a un profesional con
experiencia y seguro que con unos toques mágicos… cambiaría su situación. Les
impresionaría con su último modelo en la escala. Luego las llevaría a su nido
de amor y… ¡Ummm! ¡Qué
gozada! Sin pensárselo más, obviamente
llamó al de más fama... según su opinión y horas más tarde sonaba el timbre -¡No
puede ser!- se dijo, y dirigióse a la puerta abriéndola con cierta
incredulidad. Allí, en el umbral, un hombre enjuto y de discreta elegancia:
-Buenas tardes caballero ¿me hace el honor?-
Juan impresionado por la rapidez en que se había atendido su llamada, se
dispuso a hacerle pasar sin vacilar. Su interlocutor, agradecido, trata de
emprender una conversación que es silenciada.
-Dejémonos de preámbulos y vayamos a la cuestión ¿qué sugiere Vd. que a mi
carácter le vaya?-
Con gesto de desconcierto, pues nunca nada semejante oyó… titubeando le
contestaba:
-Quizás unas flores de especie variada, unos candelabros de estilo rococó y…
la madera podría ser de ébano tallada por manos artesanas…-
-¿No le parece que contrasta mucho con mi verdadero “yo”?-
Ante la petulancia de Juan, el visitante le respondía:
-No lo crea, su Ego se verá realzado ocasionando gran impresión.-
-Está bien, me fío de sus palabras.-
-¡Por supuesto! ¡Vd. no puede confiar en otro mejor!-
-Y… ¿tardaría mucho en prepararlo para que quede con elegancia?-
-Una vez se tenga el certificado médico, no habrá complicaciones.-
-¡¡Ah!! ¿Pero hace falta el certificado médico en estas circunstancias?-
-Por supuesto, es imprescindible ante esta gestión, no lo dude-
-Está bien, vaya agilizando lo necesario… pues es de gran importancia.-
-No pensé que fuese tan grave su situación-
-Gravísima, mi moral está masacrada.-
-Nadie lo diría, tiene Vd. tan buen color…-
-Gracias, loables son sus palabras, y…¿a cuanto ascendería esta factura?-
-Pues… dada la gravedad de su premura… podría darle la cuantía con cierta
precisión.-
-El hombre sacó de su maletín la factura en la que sin vacilar apuntó los
costes de todo lo tratado hasta el último detalle y muy resuelto se la entregó a
Juan.
Cuando cogió aquella hoja entre sus manos firmes y seguras, las mismas
comenzaron a temblar sin medición, sus ojos parecían salirse de las orbitas, y
su rostro… su rostro por momentos palidecía y… es que… en su membrete, con
letras rimbombantes, podía leerse:
“Funeraria Eterno Descanso” a su disposición.