Antes de bañarse en la Fontana de Trevi, la musa de Fellini rodó en el Campo de Gibraltar
Ekberg, en una escena de 'Los tres etcéteras del coronel'. |
En el ADN de todos los cinéfilos late la célebre
escena de 'La dolce vita' en la que Anita Ekberg
y 'Marcello Mastroianni' comparten un chapuzón en la romana
Fontana di Trevi, actualmente sometida a unas necesarias obras de restauración
bajo el mecenazgo de una empresa textil transalpina. Una galería posibilita a
los amantes del 'séptimo arte' contemplar la obra y rememorar los icónicos
fotogramas de la película de Fellini. Lo que muy pocos devotos del celuloide
intuyen es que el episodio del baño de la diva y el 'paparazzo' puede tener su
génesis en la loca estancia de la Ekberg en nuestro país.
Jimena de la Frontera es un
típico pueblo andaluz. Situado en la comarca gaditana del Campo de Gibraltar,
desde sus altozanos se divisan al Sur el Estrecho y África -en los días
claros-, y las primeras estribaciones de la Serranía de Ronda si se mira hacia
el Norte. Recostada entre la campiña del río Guadiaro y el Parque Natural de
los Alcornocales, la localidad, de blanco caserío y pulcras calles con rejas,
se extiende a los pies de un castillo árabe cuyas ruinas desafían tanto al
tiempo como a los vientos cambiantes de la zona.
El pueblo tiene una plaza principal en la que se
yergue solitaria la torre de la antigua iglesia de Nuestra Señora Coronada, y
una ristra de calles en cuesta que no se escapan al tipismo de lo que es la
Andalucía de las estampas y de la reja al sol. Fue precisamente aquí donde el
realizador galo Claude Boissol (París, 1920) encontró el
escenario perfecto para su filme 'Los tres etcéteras del coronel',
película que se basa en la obrilla de teatro de José María Pemán
Los tres etcéteras de Don Simón y que narra en clave de humor las desventuras
descacharrantes que tuvo la invasión francesa por las tierras del Sur de España
y las querencias de un coronel napoleónico por las meretrices hispanas, cuyos
servicios requería a sus subordinados con el eufemismo de "etcétera,
etcétera, etcétera". Fue, como tantas películas de la época, una
coproducción entre nuestro país, Italia y Francia que, a pesar del ostracismo
actual, gozó del trabajo de Anita Ekberg, Vittorio De Sica,
Daniel Guerin o Fernando Fernán Gómez.
Entre el otoño de 1959 y el invierno lluvioso y
frío del 60, el rodaje alteró de forma alocada y positiva el devenir de Jimena
de la Frontera que, hasta entonces, se agostaba en la mendicidad espiritual del
franquismo; sobre la grisura de la época, las curvas de la actriz sueca Anita
Ekberg trajeron al pueblo los primeros sucedáneos de la libertad. Hay que
imaginarse a la exuberante sueca con las carnes constreñidas en un traje
goyesco y hay que imaginarse o recordar, también, la libido de los machos del
pueblo disparada y el "desfile de las beatas en cola en el confesionario
del cura", como bien rememora el escritor y político Ignacio
Trillo, que participó en el rodaje como actor elegido por su físico,
"'mix' entre Joselito y Pablito Calvo, que eran el prototipo de la
época".
Pero entre todas las anécdotas del rodaje, los
más cinéfilos de la zona insisten en un episodio poco conocido cuya
trascendencia derivaría en una de las escenas más memorables de la Historia del
'séptimo arte'. Sin excesivo chovinismo, en el Campo de Gibraltar hay quien
asegura que Federico Fellini ideó la escena del baño con Mastroianni en la
Fontana di Trevi tras conocer que Anita Ekberg, completamente ebria,
mojó el satén de su vestido de cama en la pequeña fuente del lujoso hotel María
Cristina de Algeciras una fría y alcohólica madrugada. Lo cierto es
que una mañana y por "indisposición" de la actriz sueca se suspendió
el rodaje; cierto es también que Anita Ekberg pasó por el cuartelillo de la
Benemérita de Algeciras, que el episodio cayó en el silencio de la censura y
que el propio Fellini tuvo conocimiento de él cuando viajó a la provincia de
Cádiz preocupado por la demora del rodaje de Boissol que le impedía contar con
la actriz sueca en Roma para comenzar con 'La dolce vita'. La impronta del
rodaje en el pueblo gaditano fue tal que no hay vecino que no rememore
anécdotas y chascarrillos del paso de la caravana del celuloide. Todos
coinciden en recordar que Anita Ekberg contaba con una doble, oriunda de Ronda
y llamada María la Pachera y aún hoy recordada en coplillas: "... la
doble es la Pachera / quería 500 pelas / y le han dado 12 duros / por enseñar
la pechera...".
También se acuerdan con nostalgia los jimenatos
que participaron como extras en la película del pavor de Vittorio De
Sica a montar a caballo. Tal era el miedo del cineasta italiano a las
escenas ecuestres que se "se tuvo que recurrir a una máquina que imitaba
el trote de los caballos en los primeros planos de De Sica", como confiesa
Ricardo Gómez, director del blog local 'Tío Jimeno' y uno de los responsables
de recuperar y proyectar en el verano de 2010, muchos años después y en la
torre exenta de la antigua iglesia, aquella película en la que se vio reflejado
todo el pueblo y que se recuperó del olvido tras una búsqueda enfermiza en
infinidad de archivos cinematográficos de Europa y celuloides carcomidos por el
tiempo.
Manuel Machado tenía en el
cinematógrafo de su memoria cintas medio borrosas entre las que era incapaz de
discriminar "las escenas de verdad o de sueño". Lo que sí es seguro
es que en el recuerdo en fotogramas ya sepias de los campogibraltareños se
custodia, probablemente, la génesis de una de esas escenas que dan al cine su
materialidad mitológica de arte y de sueño. Que cuando los gaditanos lanzan a
las profundidades de la fuente romana una moneda de fortuna, va en ella un
recuerdo vivido del posible origen de parte -la más cinéfila- de su leyenda.
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